Rosales de los filósofos


En general, el loto, el lirio o la rosa se relacionan con el arte alquímico a través de los rosetones románicos y góticos. En la Edad Media, el rosetón central de las catedrales se llamaba Rota, o rueda. Y precisamente, como dice Fulcanelli en El misterio de las catedrales, la rueda es el jeroglífico alquímico por excelencia pues hace referencia al tiempo necesario para la cocción de la materia filosofal.
De hecho, el combustible que el alquimista ha de mantener constante dia y noche para provocar los diversos efectos que se observan de la redoma se llama "fuego de rueda". El rosetón asegura Fulcanelli, representa por sí solo la acción de este fuego y la duración de la cocción. Y es una constante en la arquitectura religiosa de los siglos XIV y XV, por lo que se dio al estilo de esta época el nombre de "gótico flamígero".
La mayoría de los rosetones - de Nôtre-Dâme, de Chartres o de Lyon, por ejemplo- representan rosas estrelladas de seis pétalos que reproducen el Sello de Salomón, una estrella de seis puntas cuya aparición, en la materia prima, significa para los alquimistas que se ha seguido el buen camino y que el elixir ha sido preparado según los cánones. Para todos aquellos que sepan descifrar este lenguaje oculto, las flores siempre tendrán, como dijo el poeta Novalis, un mensaje: es posible recuperar el estado edénico y la armonía que caracteriza a la naturaleza primordial, tan sólo es necesario cultivar las virtudes del alma y unirlas en un ramillete de perfección espiritual.
Gloria Garrido

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